lunes, 16 de diciembre de 2019

1º BACHILLERATO. ACTIVIDAD SOBRE EL MÉTODO CIENTÍFICO.

"No quiero el premio ese que dan los suecos, sino el Guinness a la investigación más barata y eficaz”. Aunque el nombre engaña, a sus 85 años Claus Knapp es puro madrileño. Y las indagaciones a las que se refiere son las que le llevaron, junto a su compañero de la Clínica Universitaria de Hamburgo Widukind Lenz, a descubrir el origen de las malformaciones que, a partir de 1959, empezaron a ver en recién nacidos. “Eran casos terribles; niños que nacían sin brazos ni piernas”, recuerda, mientras enseña la cruda foto de uno de aquellos bebés en sus manos, solo un tronco. “Murió a los 11 días”.
 “Cuando me llegaron los primeros casos pensé: ‘Tenemos que hacer algo”. Y, tras consultarlo con Lenz y con su jefe, del que ambos eran adjuntos, iniciaron el trabajo. Fueron poco más de tres semanas. Hace justo 52 años de aquello. El pasado lunes se veía en Madrid la última sesión del juicio contra la farmacéutica alemana Grünenthal por la venta de la talidomida en España.
  “Teníamos casi 30 casos, pero nos dijeron que en Münster había más. Al final, vimos más de 500”, relata Knapp.
Durante aquellos días, hicieron doble jornada. Por la tarde, tras salir de la clínica, cogían el coche de Knapp y visitaban una a una a las madres de esos niños. “Era muy duro porque estaban muy afectadas”, recuerda. Lenz era “el inteligente, yo el listillo”, resume Knapp. Tan inteligente era el alemán que, pese a que hicieron el trabajo al alimón, él fue el que quedó en la memoria. “No me importa. Yo estaba esperando un hijo y lo que quería era volver a España”. Pero Knapp también era “el meticuloso, algo que había aprendido en el Colegio Alemán de Madrid, donde estudié antes de la Guerra Civil”. Pese a la formación de Lenz, pronto descartaron el factor genético. “Los casos aparecían en familias sin antecedentes. Y no había antecedentes: solo encontramos un caso similar, en un libro de dibujos de 1806 de Geoffroy Saint-Hilaire”.
Las dos primeras semanas no dieron fruto. “Hicimos una historia clínica amplísima. Le preguntábamos a las mujeres de todo: qué habían comido, qué postres compraron. Pero nada”. También, obviamente, preguntaban por los fármacos. “Los médicos empezaron a cogernos manía, porque les pedíamos las historias clínicas y se veía el descontrol que había. Todos daban medicamentos sin apuntarlos”, cuenta.
A las dos semanas de trabajo, una de aquellas visitas les dio la pista definitiva. “Fuimos a casa de un matrimonio. Él era psicólogo, y llevaba un control exhaustivo del embarazo. Fue tajante: ‘Esto es de la talidomida; es lo único que ha tomado”, recuerda Knapp que les dijo. “Habíamos visitado ya una veintena de casas, y ninguna mujer nos lo había dicho. Pero aquel hombre parecía muy seguro. Lenz y yo nos miramos. Y, entonces, hice la que considero mi mayor aportación al trabajo. Le dije: ‘Hay que volver a empezar”. En los siguientes días volvieron a visitar a las mujeres, pero ampliando el cuestionario. “No queríamos preguntarles por la talidomida, porque podían haber dicho que la investigación estaba dirigida. Queríamos que nos lo dijeran ellas”.
No fue tan fácil. Una de las primeras a la que volvieron a visitar, después de preguntarle, recordó que su vecina le había dado algo para el dolor de cabeza. Fueron a verla. “La mujer trabajaba en una fábrica de válvulas, y era ahí donde conseguía las medicinas. Según nos contó, las trabajadoras estaban sentadas en círculo, y en medio tenían una especie de frutero lleno de pastillas. Como tenían que estar tan concentradas, a todas les dolía la cabeza, y cada una cogía lo que le parecía. Así llegó la talidomida hasta su casa”.
Poco a poco, los casos se fueron confirmando. En un artículo que escribieron en 1962 Lenz y Knapp, el que dejó zanjado el asunto, describen varias situaciones en las que no bastó con preguntar. Muchas de aquellas mujeres seguían sin mencionar la talidomida, pero, entonces, se dirigieron también a los médicos de cabecera. “Ante nuestra sorpresa, la mayoría de las historias se volvieron positivas”, cuentan. Por ejemplo, relatan la de un niño que nació el 18 de septiembre de 1961. “Sus padres declararon con toda determinación que la madre no había tomado ningún medicamento somnífero ni sedante”, relatan. “Pero una caja olvidada en un neceser de viaje que hacía de botiquín familiar” desmontó esa versión. Al volver a preguntar al seguro de la mujer, se supo que un sustituto se la había recetado.
“Otra vez la madre no recordó que había estado ingresada por apendicitis. Creía que eso había sido antes del embarazo. Había recibido talidomida durante el ingreso”, cuenta Knapp. “En otra casa, el frasco estaba escondido, en un cajón aparte del resto de los medicamentos. La madre había aconsejado a la hija embarazada que no le dijera al marido que estaba tomando cosas para los nervios. Eso estaba mal visto”.
Cuando ya tenían casi todos los casos verificados, hicieron un último esfuerzo para no dejar ningún cabo suelto. “Había una mujer que negaba y negaba que hubiera tomado nada. Pero teníamos que conseguirlo. Así que un día fui con mi mujer al hospital donde había dado a luz. Mientras ella entretenía a la enfermera, yo rebusqué en su historia clínica, ¡y ahí estaba!”.
Aquellos datos fueron recogidos uno a uno. Y los investigadores, una pareja de Sherlock y Sherlock en la que ninguno de los dos se sentía Watson, fueron más allá. “Empezamos a preguntar a colegas, e hicimos cuatro grupos: casos nuestros en los que sabíamos la fecha de la concepción, casos en los que sabíamos la de la última menstruación, y otros dos iguales con los datos que nos enviaban otros médicos”.
El volumen de datos crecía. Pero el pasado de cada uno vino en su ayuda. “Durante la II Guerra Mundial, Lenz había estado prisionero en Inglaterra. Allí, en un campo, los presos se daban clases unos a otros. Y él las recibió de estadística. Eso nos permitió estructurar todos los datos”. Knapp fue el encargado de reflejar aquella información gráficamente. Lleva aquellos pliegos consigo, y los desenrolla con mimo. Todavía, 50 años después, mantiene ocultos al periodista los nombres de las mujeres. A través del papel traslúcido se lee uno: Betina. “Antes de estudiar medicina me había presentado a las pruebas de Ingeniería de Caminos, así que yo dibujaba muy bien”, dice sin presunción.
Aquellos detallados gráficos muestran al lado del nombre de cada mujer una serie de hitos: la fecha de la concepción, la de la última menstruación, las malformaciones del bebé, su fecha de nacimiento y, pintadas con detalle, las capsulitas romboides que tomó cada una. “Estos dibujos fueron clave para el futuro de la investigación”, dice.
Cuando acabaron de volcar los datos de la primera veintena de mujeres, la conclusión era clara: todas habían tomado talidomida entre los días 37 y 50 de la gestación. “¡Lo habíamos encontrado!”, dice Knapp, y todavía se le ilumina la sonrisa al recordarlo.
Pero, con ello, no había acabado su trabajo. “Quedaba lo peor: comunicárselo al laboratorio”. Fueron a su jefe, y le expusieron sus conclusiones. “Él nos dijo: ‘Hay que llamar a Grünenthal. Pero no lo hagáis solos. Que alguien del centro sea testigo”. Knapp fue el encargado de la llamada. “Educadamente, les dije: ‘Tenemos la sospecha fundada de que su medicamento está causando las malformaciones’. Hubo un clic, y se puso un abogado. Ya debían de sospechar algo”, cuenta el médico. “Grünenthal es un laboratorio muy poderoso, así que les dijimos que vinieran y les dábamos nuestros datos. Aparecieron con tres abogados. La universidad nos apoyó con uno. Les enseñamos los papeles, pero, después de irse, nos llamaron y nos dijeron que no se lo creían”.
Fueron unos días tensos. “Los detectives pululaban a nuestro alrededor. Y decidimos que teníamos que hacer ruido. Empezamos a contárselo a los colegas, y cada vez nos llegaban más casos. Al final, 17 días después, el laboratorio retiró el medicamento del mercado. ¡Quién sabe cuántos niños nacieron a los nueve meses con malformaciones que podían haberse evitado! Nosotros contamos cuatro”, se lamenta.
La historia tiene estrambote: “Poco después, vinieron de la empresa y nos pidieron llevarse los papeles. Les dijimos que no. Como mucho, les ofrecimos hacerles fotocopias. Yo vi que intentaban llevarse los originales, pero no queríamos darle el nombre de las mujeres. Temíamos que las presionaran para que cambiaran su versión, así que ellos metían la mano, pero antes de coger la fotocopia, yo cortaba con una cuchilla el nombre. No me atreví a tacharlos por si encontraban forma de leerlos”, relata Knapp como quien cuenta una travesura.
Todavía después de ello, el laboratorio se resistió a admitir su responsabilidad, dice. “Hicieron congresos, reuniones, llamaron a la prensa para descalificarnos”. La madre de Knapp, periodista de prestigio en Berlín, fue una ayuda fundamental en aquella lucha de medios. Poco después, nació el hijo de Knapp. “Él podía haber sido uno de los niños de la talidomida”, dice. El médico y su familia volvieron a España.
En 1971, el laboratorio acordó indemnizar a los afectados alemanes. Fue la llamada sentencia Contergan, así llamada por el nombre de uno de aquellos fármacos. La batalla podía haber quedado para el recuerdo, si no fuera por la reactivación del caso por los afectados españoles. “Vinieron a pedirme que revisara sus historias, pero no llegamos a tiempo para el juicio”. Su papel ante posibles indemnizaciones futuras —186 afectados piden 204 millones— puede ser, otra vez, clave. “Aunque no puedan demostrar que su madre tomó talidomida, eso no hace falta. Viendo sus lesiones, yo puedo certificar quién es afectado y quién no. Son muy características, y sería una injusticia que no se lo reconocieran”.

El detective de la talidomida. El País. Emilio de Benito. 20 de octubre de 2013

lunes, 28 de octubre de 2019

Resumen de las cinco vías de Sto. Tomás. 1º Bachillerato

1. Movimiento: observamos que existe el movimiento. ¿Cómo explicarlo? Determinando su motor. Todo lo que se mueve es movido por otro. No podemos extendernos hasta el infinito en la cadena de motores, luego hay un primer motor inmóvil, al que denominamos Dios.

2. Eficiencia: observamos fenómenos que son efectos de otros fenómenos que son sus causas. Es imposible ser a la vez efecto y causa respecto a la misma característica. Esas causas son efectos de causas anteriores. No podemos extendernos hasta el infinito en la serie de causas, porque así no habría ningún efecto, luego hay una causa primera o causa incausada, Dios.

3. Contingencia: observamos que los seres son contingentes (existen pero podrían no haber existido). Si todo fuese contingente, entonces nada hubiera existido. Luego, los seres contingentes existen gracias a un ser que los pone en la existencia, un ser necesario. Es imposible la cadena infinita de seres necesarios, luego hay un ser necesario, que es Dios.

4. Grados de perfección: observamos grados en los seres. Podemos establecer una gradación en los seres porque existe un modelo, patrón, vara de medir, ser óptimo, con el que establecemos la comparación. Este ser óptimo es Dios.

5. Finalidad: observamos que seres que carecen de inteligencia se comportan dirigidos a un fin, siguiendo un plan, una intención. La planificación, la intencionalidad, es atributo de la inteligencia; luego existe un ser inteligente que ordena la naturaleza dirigiéndola a un fin.

jueves, 25 de abril de 2019

ACTIVIDAD PARA 1º BACHILLERATO. TEXTO DE PLATÓN. MITO DE LA CAVERNA.

República. Libro VII
_Después de eso _proseguí_ compara nuestra naturaleza respecto de su educación y de su falta de educación con una experiencia como ésta. Represéntate hombres en una morada subterránea en forma de caverna, que tiene la entrada abierta, en toda su extensión, a la luz. En ella están desde niños con las piernas y el cuello encadenados, de modo que deben permanecer allí y mirar sólo delante de ellos, porque las cadenas les impiden girar en derredor la cabeza. Más arriba y más lejos se halla la luz de un fuego que brilla detrás de ellos; y entre el fuego y los prisioneros hay un camino más alto, junto al cual imagínate un tabique construido de lado a lado, como el biombo que los titiriteros levantan delante del público para mostrar, por encima del biombo, los muñecos.
_Me lo imagino.
_Imagínate ahora que, del otro lado del tabique, pasan hombres que llevan toda clase de
utensilios y figurillas de hombres y otros animales, hechos en piedra y madera y de diversas clases; y entre los que pasan unos hablan y otros callan.
_Extraña comparación haces, y extraños son esos prisioneros.
_Pero son como nosotros. Pues en primer lugar, ¿crees que han visto de sí mismos, o unos de los otros, otra cosa que las sombras proyectadas por el fuego en la parte de la caverna que tienen frente a sí?
_Claro que no, si toda su vida están forzados a no mover las cabezas.
_¿Y no sucede lo mismo con los objetos que llevan los que pasan del otro lado del tabique?
_Indudablemente.
_Pues entonces, si dialogaran entre sí, ¿no te parece que entenderían estar nombrando a los objetos que pasan y que ellos ven?
_Necesariamente.
_Y si la prisión contara con un eco desde la pared que tienen frente a sí, y alguno de los que pasan del otro lado del tabique hablara, ¿no piensas que creerían que lo que oyen proviene de la sombra que pasa delante de ellos?
_¡Por Zeus que sí!
_¿Y que los prisioneros no tendrían por real otra cosa que las sombras de los objetos artificiales transportados?
_Es de toda necesidad.
_Examina ahora el caso de una liberación de sus cadenas y de una curación de su ignorancia, que pasaría si naturalmente les ocurriese esto: que uno de ellos fuera liberado y forzado a levantarse de repente, volver el cuello y marchar mirando a la luz, y al hacer todo esto, sufriera y a causa del encandilamiento fuera incapaz de percibir aquellas cosas cuyas sombras había visto antes. ¿Qué piensas que respondería si se le dijese que lo que había visto antes eran fruslerías y que ahora, en cambio está más próximo a lo real, vuelto hacia cosas más reales y que mira correctamente? Y si se le mostrara cada uno de los objetos que pasan del otro lado del tabique y se le obligara a contestar preguntas sobre lo que son, ¿no piensas que se sentirá en dificultades y que considerará que las cosas que antes veía eran más verdaderas que las que se le muestran ahora?
_Mucho más verdaderas.
_Y si se le forzara a mirar hacia la luz misma, ¿no le dolerían los ojos y trataría de eludirla,
volviéndose hacia aquellas cosas que podía percibir, por considerar que éstas son realmente más
claras que las que se muestran?
_Así es.
_Y si a la fuerza se lo arrastrara por una escarpada y empinada cuesta, sin soltarlo antes de llegar hasta la luz del sol, ¿no sufriría acaso y se irritaría por ser arrastrado y, tras llegar a la luz, tendría los ojos llenos de fulgores que le impedirían ver uno solo de los objetos que ahora decimos que son los verdaderos?
_Por cierto, al menos inmediatamente.
_Necesitaría acostumbrarse, para poder llegar a mirar las cosas de arriba. En primer lugar miraría con mayor facilidad las sombras, y después las figuras de los hombres y de los otros objetos reflejados en el agua, luego los hombres y los objetos mismos. A continuación contemplaría de noche lo que hay en el cielo y el cielo mismo, mirando la luz de los astros y la luna más fácilmente que, durante el día, el sol y la luz del sol.
_Sin duda.
_Finalmente, pienso, podría percibir el sol, no ya en imágenes en el agua o en otros lugares que le son extraños, sino contemplarlo como es en sí y por sí, en su propio ámbito.
_Necesariamente.
_Después de lo cual concluiría, con respecto al sol, que es lo que produce las estaciones y los años y que gobierna todo en el ámbito visible y que de algún modo es causa de las cosas que ellos habían visto.
_Es evidente que, después de todo esto, arribaría a tales conclusiones.
_Y si se acordara de su primera morada, del tipo de sabiduría existente allí y de sus entonces compañeros de cautiverio, ¿no piensas que se sentiría feliz del cambio y que los compadecería?
_Por cierto.
_Respecto de los honores y elogios que se tributaban unos a otros, y de las recompensas para aquel que con mayor agudeza divisara las sombras de los objetos que pasaban detrás del tabique, y para el que mejor se acordase de cuáles habían desfilado habitualmente antes y cuáles después, y para aquel de ellos que fuese capaz de adivinar lo que iba a pasar, ¿te parece que estaría deseoso de todo eso y envidiaría a los más honrados y poderosos entre aquéllos? ¿O más bien no le pasaría como al Aquiles de Homero, y preferiría ser un labrador que fuera siervo de un hombre pobre, o soportar cualquier otra cosa, antes que volver a su anterior modo de opinar y a aquella vida?
_Así creo también yo, que padecería cualquier cosa antes que soportar aquella vida.
_Piensa ahora esto: si descendiera nuevamente y ocupara su propio asiento, ¿no tendría ofuscados los ojos por las tinieblas, al llegar repentinamente del sol?
_Sin duda.
_Y si tuviera que discriminar de nuevo aquellas sombras, en ardua competencia con aquellos que han conservado en todo momento las cadenas, y viera confusamente hasta que sus ojos se reacomodaran a ese estado y se acostumbraran en un tiempo nada breve, ¿no se expondría al ridículo y a que se dijera de él que, por haber subido hasta lo alto, se había estropeado los ojos, y que ni siquiera valdría la pena intentar marchar hacia arriba? Y si intentase desatarlos y conducirlos hacia la luz, ¿no lo matarían, si pudieran tenerlo en sus manos y matarlo?
_Seguramente.
_Pues bien, querido Glaucón, debemos aplicar íntegra esta alegoría a lo que anteriormente ha sido dicho, comparando la región que se manifiesta por medio de la vista con la moradaprisión, y la luz del fuego que hay en ella con el poder del sol; compara, por otro lado, el ascenso y contemplación de las cosas de arriba con el camino del alma hacia el ámbito inteligible, y no te equivocarás en cuanto a lo que estoy esperando, y que es lo que deseas oír. Dios sabe si esto es realmente cierto; en todo caso, lo que a mí me parece es que lo que dentro de lo cognoscible se ve al final, y con dificultad, es la Idea del Bien. Una vez percibida, ha de concluirse que es la causa de todas las cosas rectas y bellas, que en el ámbito visible ha engendrado la luz y al señor de ésta, y que en el ámbito inteligible es señora y productora de la verdad y de la inteligencia, y que es necesario tenerla en vista para poder obrar con sabiduría tanto en lo privado como en lo público.
_Comparto tu pensamiento, en la medida que me es posible.

miércoles, 20 de marzo de 2019

FRAGMENTO DE ORTEGA

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Vivimos aquí, ahora - es decir, que nos encontramos en un lugar del mundo y nos parece que hemos venido a este lugar libérrimamente. La vida, en efecto, deja un margen de posibilidades dentro del mundo, pero no somos libres para estar o no en este mundo que es el de ahora. Cabe renunciar a la vida, pero si se vive no cabe elegir el mundo en que se vive…
Nuestra vida empieza por ser la perpetua sorpresa de existir, sin nuestra anuencia previa, náufragos, en un orbe impremeditado. No nos hemos dado a nosotros la vida, sino que nos la encontramos justamente al encontrarnos con nosotros. Un símil esclarecedor fuera el de alguien que, dormido, es llevado a los bastidores de un teatro y allí, de un empujón que le despierta, es lanzado a las baterías, delante del público. Al hallarse allí, ¿qué es lo que halla ese personaje? Pues se halla sumido en una situación difícil sin saber cómo ni por qué, en una peripecia: la situación difícil consiste en resolver de algún modo decoroso aquella exposición ante el público, que él no ha buscado ni preparado ni previsto…
La vida nos es dada - mejor dicho, nos es arrojada o somos arrojados a ella, pero eso que nos es dado, la vida, es un problema que necesitamos resolver nosotros…
Por lo mismo que es en todo instante un problema, grande o pequeño, que hemos de resolver sin que quepa transferir la solución a otro ser, quiere decirse que no es nunca un problema resuelto, sino que, en todo instante, nos sentimos como forzados a elegir entre varias posibilidades. (Si no nos es dado escoger el mundo en que va a deslizarse nuestra vida -y ésta es su dimensión de fatalidad nos encontramos con un cierto margen, con un horizonte vital de posibilidades -y ésta es su dimensión de libertad; vida es, pues, la libertad en la fatalidad y la fatalidad en la libertad.) ¿No es esto sorprendente? Hemos sido arrojados en nuestra vida y, a la vez, eso en que hemos sido arrojados tenemos que hacerlo por nuestra cuenta, por decirlo así, fabricarlo. 0 dicho de otro modo: nuestra vida es nuestro ser. Somos lo que ella sea y nada más -pero ese ser no está predeterminado, resuelto de antemano, sino que necesitamos decidirlo nosotros, tenemos que decidir lo que vamos a ser…
Si nuestra vida cosiste en decidir lo que vamos a ser, quiere decirse que en la raíz misma de nuestra vida hay un atributo temporal: decidir lo que vamos a ser -por tanto, el futuro…No es el presente o el pasado lo primero que vivimos, no; la vida es una actividad que se ejecuta hacia adelante, y el presente o el pasado se descubre después, en relación con ese futuro.


¿Qué es filosofía? José Ortega y Gasset ( 1883-1955 )

domingo, 3 de marzo de 2019

COMPARACIÓN DESCARTES-ORTEGA.

En cuanto a la realidad:

-Para Descartes lo real es la sustancia, aquello que es en sí y que para ser no necesita de otra cosa, es decir, el ser independiente. Descartes determina tres sustancias: infinita o Dios, pensante y extensa. Estas dos últimas son sustancias dada la claridad y distinción, la evidencia, con que intuyo la independencia entre ambas. Es más, del “pienso, luego soy” deriva la certeza sobre todo lo real, es decir, para Descartes el mundo externo es dudable, lo que proporciona certeza es la evidencia de la mente: existe el pensamiento que, siguiendo su regla de la evidencia, muestra la existencia y naturaleza de Dios –bueno y veraz, garante del conocimiento- y la existencia de una realidad externa o mundo, la res extensa, correspondiente a mis ideas verdaderas. Por el contrario, para Ortega la realidad primordial, radical, es la vida, es decir, el yo-con-las-cosas, eliminándose lo que “desde las circunstancias” de Ortega era la ceguera del idealismo al que conducirá la filosofía cartesiana: la independencia de la subjetividad. Para Ortega el dato indubitable no es el “yo pienso” cartesiano, sino una relación: alguien que piensa, que se da cuenta y lo otro de que me doy cuenta, es decir, la vida, la de cada individuo, pueblo o época.
-Otra característica de la sustancia, del “yo pienso” cartesiano, es la permanencia, es un ser estático, atemporal. Por el contrario, para Ortega la vida es cambio, desarrollo, historia.
-Semejanza: tanto Descartes como Ortega coinciden en la necesidad de descubrir el dato radical, la realidad indubitable (el “yo pienso” para Descartes, el “yo-con-las-cosas” para Ortega).

En cuanto al conocimiento:
-La razón para Descartes es única, de la que participan todos los individuos. Según Descartes la única razón, utilizando un único método –las cuatro reglas del método- dará lugar a una única ciencia, la Mathesis Universalis: un conocimiento total, absoluto de la realidad. Para Ortega esta razón cartesiana (lógico-matemática) es una abstracción, esta razón pura ha de ser sustituida por una razón vital, una razón que nos enseña la primacía de la vida, una razón que es histórica, que nos permite entender al hombre mediante la comprensión de las creencias e ideas que cada individuo, generación y cultura han utilizado para dar un sentido al problema de su existencia, de su vida.
-Para Descartes podemos llegar a alcanzar la certeza, la seguridad en la verdad objetiva y universal. Descartes es dogmático y en opinión de Ortega utópico (porque proporciona una verdad no localizada, vista desde lugar ninguno). Frente a Descartes, Ortega presenta su perspectivismo: la realidad se conoce desde una posición concreta, todo conocimiento está anclado en un punto de vista, en una situación. Además es necesario que las distintas perspectivas se complementen. En su propia esencia la realidad misma es perspectivística, multiforme.
-Criterio de certeza: para Descartes es la claridad y distinción, es decir, la evidencia racional con que capto la verdad de una proposición, como ocurre con el “pienso, luego soy”, por tanto en una comunidad o coincidencia respecto a la verdad. Ortega también propone un criterio de certeza, de seguridad en la verdad: la divergencia en la verdad, fruto de la diferencia de perspectiva.
-Semejanza: a) Ortega considera que la filosofía es un conocimiento que descansa en intuiciones, es decir, en evidencias. Como Descartes, Ortega entiende que es posible otro tipo de intuición que la sensible.
                    b) Valoración de la duda: Descartes utiliza la duda como método para alcanzar evidencias sobre las que construir el edificio del conocimiento. Para Ortega la duda es necesaria, convierte en ideas a las creencias, hace que el hombre se dé cuenta que está sumergido en las creencias, de que es dueño de ellas y no al revés, y esta es la misión ingrata del filósofo.

COMPARACIÓN NIETZSCHE-PLATÓN.

En cuanto a la realidad:
Platón considera el mundo como un cosmos y cree en la racionalidad intrínseca de la realidad, una realidad que puede ser conocida verdaderamente, con un conocimiento universal y necesario. Para Nietzsche el mundo es caótico e irracional: orden y racionalidad son creencias infundadas que nos otorgan seguridad (valorar en contra de la vida).
Platón posee una visión dualista del mundo: por un lado lo realmente real o mundo inteligible, inmutable, compuesto por las esencias comunes a las cosas (las Ideas), esencias únicas en sí mismas, organizado jerárquicamente y arquetipo del mundo sensible; por otro la apariencia de realidad o mundo sensible, cambiante, plural, material y copia del anterior del que toma su ser (es porque imita a aquél). La visión de la realidad de Nietzsche es monista: sólo hay un mundo, el mundo sensible, aparente, plural, cambiante, contradictorio.
Platón dota de primacía a la realidad trascendente, estática, única: Mundo de las Ideas. Nietzsche rechaza frontalmente la división entre mundo verdadero/mundo aparente. La primacía de lo trascendente surge, según Nietzsche, como modo de valorar decadente.
La Teoría de las Ideas platónica se sustenta en nociones metafísicas: idea, alma…Las Ideas vienen a ser los conceptos pero además con realidad extramental. Para Nietzsche los conceptos metafísicos (“los conceptos supremos”) son puras ficciones: surgen de un desprecio al valor de los sentidos y por una sobreestimación de la razón.
En cuanto al conocimiento:
Para Platón la realidad puede representarse correctamente mediante conceptos. En el concepto aparece la esencia de la cosa, la auténtica realidad. Nietzsche critica la validez de los conceptos para expresar la realidad. Las características de la vida son las contrarias a las que representa el concepto.
La episteme o ciencia platónica, verdadero conocimiento de la realidad, universal y necesario, es fruto de la razón, no de los sentidos, que aportan doxa. Para Nietzsche la razón no es mejor que otros medios (imaginación, sentimientos, instintos…) para alcanzar un conocimiento de la realidad. El mejor recurso para captar lo real es la intuición sensible. Los conceptos pueden ser utilizados en cuanto se les devuelva su sentido metafórico.
Para Platón existe una sola verdad y se puede conocer, esta verdad es la del filósofo que, tras pasar por los diferentes grados del conocimiento –conjetura, creencia, pensamiento discursivo y dialética- alcanza la Idea de Bien, principio real y cognoscible que dota de realidad y conocimiento a todos los seres, y determina en qué sentido las virtudes éticas-políticas son buenas. Nietzsche rechaza el concepto de verdad universal: no hay datos puros, sino perspectivas, es decir, múltiples formas de valorar. El perspectivismo nietzscheano parece ser una forma de relativismo y subjetivismo.
Platón valora la matemática, la dianoia, en el proceso de ascenso educativo. Nietzsche la critica, como queda reflejado en la justificación.
Platón utiliza el método dialógico socrático, entendiendo que en la definición del concepto aparece la esencia de la cosa, la auténtica realidad. El lenguaje es vehículo de la realidad, de la única realidad. Nietzsche sustituye el lenguaje del concepto por el lenguaje de la imaginación, del arte, que respeta la pluriformidad y cambio de la realidad.
En cuanto a la ética:
Para Platón los valores morales son objetivos -situados en el mundo eterno e inmutable de las Ideas- y universales, objeto de conocimiento para actuar adecuadamente en lo público y en lo privado, siguiendo el intelectualismo moral socrático y en contra del relativismo sofista. Nietzsche critica el dogmatismo moral platónico y niega la universalidad de los valores morales: los valores morales no tienen una existencia objetiva, existen porque nosotros los hemos creado, fruto de la voluntad de poder, cambiándose conforme cambie el modo de valorar (no son universales). La moral platónica es antinatural: una moral del resentimiento contra los instintos y el mundo biológico y físico.
Coinciden:
En la defensa del sentido aristocrático de la existencia: el filósofo-rey de platón, la “moral de señores” de Nietzsche.
En el uso del mito y la metáfora no sólo como recurso didáctico, sino como modo de expresión de la realidad.

TEORÍA DE ORTEGA

  1. Crítica del realismo y del idealismo:
Para el realismo, actitud de la filosofía antigua y medieval, lo real son las cosas al margen del sujeto cognoscente. Para el idealismo, actitud de la modernidad, el conocimiento de las cosas está mediado por el sujeto que conoce (recuerda, para el Racionalismo y el Empirismo nuestro conocimiento recae sobre nuestras ideas, de ahí el afán de demostrar que a nuestras ideas le corresponde una realidad), que impone su “filtro”(recuerda, las condiciones a priori kantianas de la sensibilidad y del entendimiento); este sujeto es concebido como sustancia independiente (la “res cogitans” es real por ser independiente –la sustancia de Descartes-). El idealismo conserva, según Ortega, la tendencia realista.
Ortega, como superación, acepta la tesis idealista pero criticando la independencia del sujeto: la auténtica realidad, primaria, radical es el yo-con-las-cosas : la vida (“yo soy yo y mi circunstancia”). Característica del ser, de la vida, es el acontecer: la esencia del hombre es drama, historia, acontecimiento.
  1. Crítica del racionalismo y del relativismo:
Desde Sócrates el racionalismo domina la cultura europea. El mundo en el que vive el hombre es un mundo de cualidades, pero la razón no maneja cualidades y reduce lo cualitativo a lo cuantitativo (geometría y número). Por buscar la verdad, renuncia a la vida. La razón introduce una escisión en la existencia: el mundo de los conceptos racionales fijos, universales, precisos, eternos y el mundo de la espontaneidad, lo vital que es cambiante, temporal, peculiar. Por el contrario, el relativismo para salvar las características vitales niega la verdad absoluta, haciendo de la verdad un problema subjetivo. Pero el relativismo cae en el escepticismo: entre tantas verdades, imposible saber cuál es la verdad.
Ortega supera lo anterior con el perspectivismo:
-Ortega descubre que la vida del hombre está inmersa en un conjunto de elementos que constituyen su circunstancia (particulares, históricas, sociales…) con las que tengo que habérmelas en mi vivir y a las que doto de sentido en ese ocuparme de y con ellas.
-La verdad (es decir, dar cuenta de la realidad) se da desde las circunstancias en las que el yo se ve inmerso. Esto es el perspectivismo: Todo conocimiento, deseo o valoración está anclado en un punto de vista, en una situación. Ésta es la dimensión gnoseológica del perspectivismo. Pero también tiene una dimensión ontológica: para Ortega la realidad es múltiple, la perspectiva es algo de la realidad (“yo y mi circunstancia”): la realidad posee tantas caras como puntos de vista hay.
-El perspectivismo considera también la complementariedad de las perspectivas. Esta integración de perspectivas posee un carácter activo y procesual.
-La razón capaz de integrar la dimensión perspectivística de la realidad es una razón vital e histórica , que nos muestra que las peculiaridades individuales, de cada pueblo, de cada momento histórico -la situación o circunstancia-, son el órgano gracias al cual captar la realidad que les corresponde (y toda la realidad que desde su circunstancia pueden captar, toda la verdad -esto es un guiño al racionalismo: se capta la verdad-). Cada individuo es un punto de vista esencial, insustituible. No existe una verdad absoluta y ubicua como pretendía el racionalismo (pero la verdad se capta, se puede dar cuenta de la realidad).
3.La razón vital:
Frente al racionalismo clásico incapaz de someter a la comprensión lógico-matemática los asuntos humanos, cabe adoptar una de las siguientes posturas: o un irracionalismo, como es el caso de Nietzsche, o un replanteamiento de la razón, que será la postura de Ortega: la razón pura que prescinde de las particularidades, pretendiendo un conocimiento universal y necesario, es un caso particular de una forma más amplia de razón, la razón vital; la doctrina perspectivística exige sustituir la razón pura por la razón vital. No podemos renunciar a la razón: la filosofía, ciencia, cultura son el instrumento que utiliza la vida para solventar sus problemas, es decir, no podemos vivir sin creencias e ideas. Aceptar este nuevo uso de la razón supone también aceptar las dimensiones irracionales de la existencia (por lo de "vital" o también el temperamento natural de cada cual como circunstancia; aunque también en la razón pura hay irracionalidad: los números irracionales o la relación causal que es "mera creencia"). ¿Qué es, por tanto, la razón vital? Es el instrumento de la vida que permite su comprensión. Para ello debemos sustituir las categorías del entendimiento (expuestas por Aristóteles y Kant) por las categorías de la vida , que la estructuran y la explican (contra Nietzsche, se puede pensar la vida, se puede razonar). Las categorías de la vida son las siguientes:
·         Me doy cuenta de mí en el mundo (encontrarse en el mundo).
·         Estamos ocupados en algo (yo consisto en ocuparme con lo que hay y lo que hay –el mundo- consiste en aquello de lo que me ocupo). La vida es quehacer.
·         La vida es un problema que yo tengo que resolver. (Libertad y proyecto).
·         El hombre ha de decidirse dentro de la circunstancia. (Libertad y circunstancia).
·         Temporeidad: la vida es futurización, esta categoría hace a la vida radicalmente histórica. El hombre es lo que le ha pasado, lo que le va pasando (esto es vivir). La razón que conoce y comprende el vivir es razón histórica. El acontecer de la vida es un discurrir inteligible que se puede narrar. La razón histórica es una razón narrativa: lo que al hombre le ha pasado. Razón histórica y razón vital son sinónimos. La razón histórica nos permite entender al hombre mediante la comprensión de las creencias y esquemas mentales o ideas que cada individuo, generación y cultura ha utilizado para dar un sentido a su vida (“la vida es un problema que tenemos que resolver nosotros”) y enfrentarse al reto de la existencia.

1º Bach. Tema 4. Epistemología.

http://www.mediafire.com/file/gndad138moeo16n/tema_4._Epistemolog%25C3%25ADa.pdf/file

jueves, 14 de febrero de 2019

TEORÍA DE NIETZSCHE


Desde Descartes se identifica sujeto y conciencia, pero el sujeto es vida. La tarea de Nietzsche será resaltar la prioridad de la vida sobre la conciencia.
La filosofía de Nietzsche está presidida por una profunda actitud crítica contra los fundamentos de la cultura occidental:
1.Crítica a la metafísica tradicional:
¿En qué consiste la metafísica tradicional? La metafísica tradicional divide la realidad en un mundo real y verdadero, inmutable, trascendente, captado por la razón y un mundo aparente, ilusorio, falso, cambiante, físico y captado engañosamente por los sentidos. Esto lo inicia Sócrates, Platón y Eurípides. ¿Y por qué se produce este dualismo ontológico platónico? Nietzsche va a realizar una genealogía de la división realidad/apariencia:
La razón opera con categorías inmutables, los conceptos, no pudiendo acceder a la realidad sensible mudable, infravalorándola como imperfecta y dependiente. La conciencia o pensamiento trata de fijar el movimiento real de las cosas, sustituyéndolo por una representación: el concepto. Pero toda representación es falsa por ser mera representación, por lo que la no-vida sustituye a la vida. Este mundo suprasensible de los conceptos (géneros y especies) es una ficción creada como negación del mundo sensible (única realidad). Más aún, recurrir al mundo suprasensible es una reacción o venganza contra la vida (cambio, lucha de opuestos, contradicción) propia de espíritus ruines, resentidos contra la vida, incapaces de asumir su destino trágico, con el objetivo de salvarse.
Para Nietzsche la realidad es la vida, la vida en sentido biológico, no biográfico, la vida que vive en nosotros, que lucha por expandirse. La vida que es cambiante, regulada por la lucha de elementos contrarios y abocada a una repetición infinita (eterno retorno) que dota a todo acontecimiento de sentido.
2.Crítica al conocimiento y al lenguaje:
a) Crítica al conocimiento: El concepto no sirve para conocer la realidad. El concepto representa la esencia, inmutable e idéntica a sí misma. Pero la realidad es cambio, pluralidad, particularidad, concreción. El concepto es un modo impropio de captar la realidad, de referirse a ella, es decir, el concepto es una metáfora de la realidad (representación universal y abstracta de algo que es individual y concreto). La filosofía ha olvidado el sentido metafórico del concepto, encontrando en el concepto la esencia de las cosas, es decir, una realidad suprasensible. Se impone por tanto, según Nietzsche, una nueva concepción de la verdad: los juicios, al utilizar los conceptos, no sirven para expresar la verdad de lo real; la verdad ha de ser resultado de la intuición de lo real (captación inmediata e individual de lo real), por eso la verdad es cambiante y múltiple (características de la realidad).
b) Crítica al lenguaje: el lenguaje contribuye al engaño metafísico. Dada la relación pensamiento-lenguaje, falsificado el valor del concepto, se falsifica el valor de la palabra que lo expresa. Este papel nocivo lo desempeña el lenguaje de tres modos:
-la estructura sujeto-predicado favorece una interpretación sustancialista de la realidad (sujeto/predicado, yo/acciones, cosa/propiedades, sustancia/accidentes, realidad/apariencia…)
-las frases con el verbo ser favorecen la creencia en entidades dotadas de rasgos comunes (sustancias).
-al referirnos con las mismas palabras a distintas realidades suponemos que existen esencias universales comunes a todas esas realidades.
Frente a lo anterior es necesaria una nueva concepción del lenguaje: hay que recuperar el sentido de la palabra. Frente al lenguaje de la razón (del concepto) Nietzsche propone el lenguaje de la imaginación, lenguaje basado en la metáfora, la alusión, la ironía…Este lenguaje respeta la pluriformidad y cambio de la realidad; es el lenguaje del arte, expresión de la libertad de la voluntad.
3. Crítica a la ciencia moderna:
-La ciencia cree, como la metafísica, en verdades únicas y trata el devenir como apariencia.
- La matematización de lo real anula las diferencias cualitativas de las cosas.
- Además, la ciencia no puede orientar al hombre y está al servicio de intereses creados.
4. Crítica de la moral:
- La moral platónico-cristiana es antinatural: supone una lucha contra los instintos vitales a favor de una ilusión: un orden moral del mundo que es “guía absoluta” del ser humano.
- Genealogía de la moral platónico-cristiana: ese orden moral (moral de esclavos o moral de rebaño) es una ilusión generada por el resentimiento contra la vida de los débiles, incapaces de asumir el rigor de la vida.
-Se propone: nueva valoración o “transmutación de los valores”: es bueno lo que afirma la vida (moral de señores).
4. Estos fundamentos de la cultura occidental están caracterizados por un rasgo: el nihilismo:
- Actitud filosófica decadente que niega todo valor a la existencia (la vida) haciéndola girar en torno a algo inexistente. La esencia de la cultura occidental iniciada por Sócrates y Platón es nihilista por su dualismo ontológico ( Mundo Verdadero, Objetivo, Bueno, Eterno, Racional, Inmutable frente a la vida) y su popularización por el Cristianismo (el mundo inteligible/mundo sensible platónico se convierte en el mundo divino/mundo terrenal). En Así habló Zaratustra, Nietzsche representa este modo con la figura del camello –aceptación resignada de cargas-.
- En la Edad Moderna, con el Empirismo y la Ilustración, se prepara la “muerte de Dios”, la cual se constata en la Edad Contemporánea. Es un momento de crisis: aquello que había servido de orientación a toda la cultura, pero que era invención, desaparece y el hombre se encuentra desorientado. Este momento se representa con la figura del león. Este momento crítico es necesario para el siguiente.
- Aparición de un hombre nuevo y de una nueva concepción de la vida, la que descansa en la comprensión de la voluntad de poder como la esencia de la realidad, de la vida.
5. La nueva filosofía.
5.1. La voluntad de poder:
- La voluntad es la esencia de la realidad: “ser es querer…(ser)”. Como fruto de la voluntad la realidad es cambiante, multiforme, no sometida a ninguna determinación  más que a la de su propio querer.
- El querer de la voluntad –el de todo lo real- es un querer libre. No se quiere esto o lo otro, quiere su querer.
- Es aceptar el elemento dionisíaco (metáfora de la voluntad de poder) de nuestra existencia: la vida en sus aspectos oscuros, instintivos, irracionales, biológicos.
- Es motor de la creación de nuevos valores. Puede ser reactiva –vida descendente o decadente- y activa –vida ascendente-. Sólo esta última es la verdadera voluntad de poder.
- Aceptándola aparecerá el superhombre, que supera al hombre débil o anti-vital.
5.2. El superhombre:
- El hombre –el “último hombre”- es el puente al superhombre, lo crea al matar a Dios.
- El superhombre es:
El hombre que, tras pasar por el nihilismo, asume de manera jovial la vida tal y como es, inocente.
Es un ser superior porque se guía por sí mismo –libre, autónomo-. Comprende sus propios instintos y los desarrolla en la voluntad de poder.
Asume la voluntad de poder creando nuevos valores –está obligado a crear nuevos valores, el superhombre crea constantemente su destino-. Crea una nueva moral que surge de la transmutación de los valores vigentes. Los viejos valores racionales y suprasensibles que oponían Bien y Mal como puntos de referencia objetivos (moral de rebaño o de esclavos) son sustituidos por valores vitales y sensibles (moral de señores): el superhombre defiende la desigualdad, jerarquía, cambio, ambición, placer, desprecio del  miedo, la fuerza…
El tiempo del superhombre es diferente al tiempo lineal entendido y vivido por la tradición occidental. El tiempo del superhombre es un continuo volver y retornar. Este “eterno retorno” significa la afirmación jovial de la vida.

martes, 8 de enero de 2019

TEXTO DE DESCARTES

Discurso del método. Parte II

Pero al igual que un hombre que camina solo y en la oscuridad, tomé la resolución de avanzar tan lentamente y de usar tal circunspección en todas las cosas que aunque avanzase muy poco, al menos me cuidaría al máximo de caer. Por otra parte, no quise comenzar a rechazar por completo algunas de las opiniones que hubiesen podido deslizarse durante otra etapa de mi vida en mis creencias sin haber sido asimiladas en la virtud de la razón, hasta que no hubiese empleado el tiempo suficiente para completar el proyecto emprendido e indagar el verdadero método con el fin de conseguir el conocimiento de todas las cosas de las que mi espíritu fuera capaz.
Había estudiado un poco, siendo más joven, la lógica de entre las partes de la filosofía; de las matemáticas el análisis de los geómetras y el álgebra. Tres artes o ciencias que debían contribuir en algo a mi propósito. Pero habiéndolas examinado, me percaté que en relación con la lógica, sus silogismos y la mayor parte de sus reglas sirven más para explicar a otras cuestiones ya conocidas o, también, como sucede con el arte de Lulio, para hablar sin juicio de aquellas que se ignoran que para llegar a conocerlas. Y si bien la lógica contiene muchos preceptos verdaderos y muy adecuados, hay, sin embargo, mezclados con estos otros muchos que o bien son perjudiciales o bien superfluos, de modo que es tan difícil separarlos como sacar una Diana o una Minerva de un bloque de mármol aún no trabajado. Igualmente, en relación con el análisis de los antiguos o el álgebra de los modernos, además de que no se refieren sino a muy abstractas materias que parecen carecer de todo uso, el primero está tan circunscrito a la consideración de las figuras que no permite ejercer el entendimiento sin fatigar excesivamente la imaginación. La segunda está tan sometida a ciertas reglas y cifras que se ha convertido en un arte confuso y oscuro capaz de distorsionar el ingenio en vez de ser una ciencia que favorezca su desarrollo. Todo esto fue la causa por la que pensaba que era preciso indagar otro método que, asimilando las ventajas de estos tres, estuviera exento de sus defectos. Y como la multiplicidad de leyes frecuentemente sirve para los vicios de tal forma que un Estado está mejor regido cuando no existen más que unas pocas leyes que son minuciosamente observadas, de la misma forma, en lugar del gran número de preceptos del cual está compuesta la lógica, estimé que tendría suficiente con los cuatro siguientes con tal de que tomase la firme y constante resolución de no incumplir ni una sola vez su observancia.
El primero consistía en no admitir cosa alguna como verdadera si no se la había conocido evidentemente como tal. Es decir, con todo cuidado debía evitar la precipitación y la prevención, admitiendo exclusivamente en mis juicios aquello que se presentara tan clara y distintamente a mi espíritu que no tuviera motivo alguno para ponerlo en duda.
El segundo exigía que dividiese cada una de las dificultades a examinar en tantas parcelas como fuera posible y necesario para resolverlas más fácilmente.
El tercero requería conducir por orden mis reflexiones comenzando por los objetos más simples y más fácilmente cognoscibles, para ascender poco a poco, gradualmente, hasta el conocimiento de los más complejos, suponiendo inclusive un orden entre aquellos que no se preceden naturalmente los unos a los otros.
Según el último de estos preceptos debería realizar recuentos tan completos y revisiones tan amplias que pudiese estar seguro de no omitir nada.
Las largas cadenas de razones simples y fáciles, por medio de las cuales generalmente los geómetras llegan a alcanzar las demostraciones más difíciles, me habían proporcionado la ocasión de imaginar que todas las cosas que pueden ser objeto del conocimiento de los hombres se entrelazan de igual forma y que, absteniéndose de admitir como verdadera alguna que no lo sea y guardando siempre el orden necesario para deducir unas de otras, no puede haber algunas tan alejadas de nuestro conocimiento que no podamos, finalmente, conocer ni tan ocultas que no podamos llegar a descubrir. No supuso para mí una gran dificultad el decidir por cuales era necesario iniciar el estudio: previamente sabía que debía ser por las más simples y las más fácilmente cognoscibles. Y considerando que entre todos aquellos que han intentado buscar la verdad en el campo de las ciencias, solamente los matemáticos han establecido algunas demostraciones, es decir, algunas razones ciertas y evidentes, no dudaba que debía comenzar por las mismas que ellos habían examinado. No esperaba alcanzar alguna unidad si exceptuamos el que habituarían mi ingenio a considerar atentamente la verdad y a no contentarse con falsas razones. Pero, por ello, no llegué a tener el deseo de conocer todas las ciencias particulares que comúnmente se conocen como matemáticas, pues viendo que aunque sus objetos son diferentes, sin embargo, no dejan de tener en común el que no consideran otra cosa, sino las diversas relaciones y posibles proporciones que entre los mismos se dan, pensaba que poseían un mayor interés que examinase solamente las proporciones en general y en relación con aquellos sujetos que servirían para hacer más cómodo el conocimiento. Es más, sin vincularlas en forma alguna a ellos para poder aplicarlas tanto mejor a todos aquellos que conviniera. Posteriormente, habiendo advertido que para analizar tales proporciones tendría necesidad en alguna ocasión de considerar a cada una en particular y en otras ocasiones solamente debería retener o comprender varias conjuntamente en mi memoria, opinaba que para mejor analizarlas en particular, debía suponer que se daban entre líneas puesto que no encontraba nada más simple ni que pudiera representar con mayor distinción ante mi imaginación y sentidos; pero para retener o considerar varias conjuntamente, era preciso que las diera a conocer mediante algunas cifras, lo más breves que fuera posible. Por este medio recogería lo mejor que se da en el análisis geométrico y en el álgebra, corrigiendo, a la vez, los defectos de una mediante los procedimientos de la otra.
Y como, en efecto, la exacta observancia de estos escasos preceptos que había escogido, me proporcionó tal facilidad para resolver todas las cuestiones, tratadas por estas dos ciencias, que en dos o tres meses que empleé en su examen, habiendo comenzado por las más simples y más generales, siendo, a la vez, cada verdad que encontraba una regla útil con vistas a alcanzar otras verdades, no solamente llegué a concluir el análisis de cuestiones que en otra ocasión había juzgado de gran dificultad, sino que también me pareció, cuando concluía este trabajo, que podía determinar en tales cuestiones en qué medios y hasta dónde era posible alcanzar soluciones de lo que ignoraba. En lo cual no pareceré ser excesivamente vanidoso si se considera que no habiendo más que un conocimiento verdadero de cada cosa, aquel que lo posee conoce cuanto se puede saber. Así un niño instruido en aritmética, habiendo realizado una suma según las reglas pertinentes puede estar seguro de haber alcanzado todo aquello de que es capaz el ingenio humano en lo relacionado con la suma que él examina. Pues el método que nos enseña a seguir el verdadero orden y a enumerar verdaderamente todas las circunstancias de lo que se investiga, contiene todo lo que confiere certeza a las reglas de la Aritmética.
Pero lo que me producía más agrado de este método era que siguiéndolo estaba seguro de utilizar en todo mi razón, si no de un modo absolutamente perfecto, al menos de la mejor forma que me fue posible. Por otra parte, me daba cuenta de que la práctica del mismo habituaba progresivamente mi ingenio a concebir de forma más clara y distinta sus objetos y puesto que no lo había limitado a materia alguna en particular, me prometía aplicarlo con igual utilidad a dificultades propias de otras ciencias al igual que lo había realizado con las del Álgebra. Con esto no quiero decir que pretendiese examinar todas aquellas dificultades que se presentasen en un primer momento, pues esto hubiera sido contrario al orden que el método prescribe. Pero habiéndome prevenido de que sus principios deberían estar tomados de la filosofía, en la cual no encontraba alguno cierto, pensaba que era necesario ante todo que tratase de establecerlos. Y puesto que era lo más importante en el mundo y se trataba de un tema en el que la precipitación y la prevención eran los defectos que más se debían temer, juzgué que no debía intentar tal tarea hasta que no tuviese una madurez superior a la que se posee a los veintitrés años, que era mi edad, y hasta que no hubiese empleado con anterioridad mucho tiempo en prepararme, tanto desarraigando de mi espíritu todas las malas opiniones y realizando un acopio de experiencias que deberían constituir la materia de mis razonamientos, como ejercitándome siempre en el método que me había prescrito con el fin de afianzarme en su uso cada vez más.

Discurso del método. Parte IV

No sé si debo entreteneros con las primeras meditaciones allí realizadas, pues son tan metafísicas y tan poco comunes, que no serán del gusto de todos. Y sin embargo, con el fin de que se pueda opinar sobre la solidez de los fundamentos que he establecido, me encuentro en cierto modo obligado a referirme a ellas. Hacía tiempo que había advertido que, en relación con las costumbres, es necesario en algunas ocasiones seguir opiniones muy inciertas tal como si fuesen indudables, según he advertido anteriormente. Pero puesto que deseaba entregarme solamente a la búsqueda de la verdad, opinaba que era preciso que hiciese todo lo contrario y que rechazase como absolutamente falso todo aquello en lo que pudiera imaginar la menor duda, con el fin de comprobar si, después de hacer esto, no quedaría algo en mi creencia que fuese enteramente indudable. Así pues, considerando que nuestros sentidos en algunas ocasiones nos inducen a error, decidí suponer que no existía cosa alguna que fuese tal como nos la hacen imaginar. Y puesto que existen hombres que se equivocan al razonar en cuestiones relacionadas con las más sencillas materias de la geometría y que incurren en paralogismos, juzgando que yo, como cualquier otro estaba sujeto a error, rechazaba como falsas todas las razones que hasta entonces había admitido como demostraciones. Y, finalmente, considerando que hasta los pensamientos que tenemos cuando estamos despiertos pueden asaltarnos cuando dormimos, sin que ninguno en tal estado sea verdadero, me resolví a fingir que todas las cosas que hasta entonces habían alcanzado mi espíritu no eran más verdaderas que las ilusiones de mis sueños. Pero, inmediatamente después, advertí que, mientras deseaba pensar de este modo que todo era falso, era absolutamente necesario que yo, que lo pensaba, fuese alguna cosa. Y dándome cuenta de que esta verdad: pienso, luego soy, era tan firme y tan segura que todas las extravagantes suposiciones de los escépticos no eran capaces de hacerla tambalear, juzgué que podía admitirla sin escrúpulo como el primer principio de la filosofía que yo indagaba.
Posteriormente, examinando con atención lo que yo era, y viendo que podía fingir que carecía de cuerpo, así como que no había mundo o lugar alguno en el que me encontrase, pero que, por ello, no podía fingir que yo no era, sino que por el contrario, sólo a partir de que pensaba dudar acerca de la verdad de otras cosas, se seguía muy evidente y ciertamente que yo era, mientras que, con sólo que hubiese cesado de pensar, aunque el resto de lo que había imaginado hubiese sido verdadero, no tenía razón alguna para creer que yo hubiese sido, llegué a conocer a partir de todo ello que era una sustancia cuya esencia o naturaleza no reside sino en pensar y que tal sustancia, para existir, no tiene necesidad de lugar alguno ni depende de cosa alguna material. De suerte que este yo, es decir, el alma, en virtud de la cual yo soy lo que soy, es enteramente distinta del cuerpo, más fácil de conocer que éste y, aunque el cuerpo no fuese, no dejaría de ser todo lo que es.
Analizadas estas cuestiones, reflexionaba en general sobre todo lo que se requiere para afirmar que una proposición es verdadera y cierta, pues, dado que acababa de identificar una que cumplía tal condición, pensaba que también debía conocer en qué consiste esta certeza.
Y habiéndome percatado que nada hay en pienso, luego soy que me asegure que digo la verdad, a no ser que yo veo muy claramente que para pensar es necesario ser, juzgaba que podía admitir como regla general que las cosas que concebimos muy clara y distintamente son todas verdaderas; no obstante, hay solamente cierta dificultad en identificar correctamente cuáles son aquellas que concebimos distintamente.
A continuación, reflexionando sobre que yo dudaba y que, en consecuencia, mi ser no era
omniperfecto pues claramente comprendía que era una perfección mayor el conocer que el dudar, comencé a indagar de dónde había aprendido a pensar en alguna cosa más perfecta de lo que yo era; conocí con evidencia que debía ser en virtud de alguna naturaleza que realmente fuese más perfecta. En relación con los pensamientos que poseía de seres que existen fuera de mí, tales como el cielo, la tierra, la luz, el calor y otros mil, no encontraba dificultad alguna en conocer de dónde provenían pues no constatando nada en tales pensamientos que me pareciera hacerlos superiores a mí, podía estimar que si eran verdaderos, fueran dependientes de mi naturaleza, en tanto que posee alguna perfección; si no lo eran, que procedían de la nada, es decir, que los tenía porque había defecto en mí. Pero no podía opinar lo mismo acerca de la idea de un ser más perfecto que el mío, pues que procediese de la nada era algo manifiestamente imposible y puesto que no hay una repugnancia menor en que lo más perfecto sea una consecuencia y esté en dependencia de lo menos perfecto, que la existencia en que algo proceda de la nada, concluí que tal idea no podía provenir de mí mismo. De forma que únicamente restaba la alternativa de que hubiese sido inducida en mí por una naturaleza que realmente fuese más perfecta de lo que era la mía y, también, que tuviese en sí todas las perfecciones de las cuales yo podía tener alguna idea, es decir, para explicarlo con una palabra que fuese Dios. A esto añadía que, puesto que conocía algunas perfecciones que en absoluto poseía, no era el único ser que existía (permitidme que use con libertad los términos de la escuela), sino que era necesariamente preciso que existiese otro ser más perfecto del cual dependiese y del que yo hubiese adquirido todo lo que tenía. Pues si hubiese existido solo y con independencia de todo otro ser, de suerte que hubiese tenido por mí mismo todo lo poco que participaba del ser perfecto, hubiese podido, por la misma razón, tener por mí mismo cuanto sabía que me faltaba y, de esta forma, ser infinito, eterno, inmutable, omnisciente, todopoderoso y, en fin, poseer todas las perfecciones que podía comprender que se daban en Dios. Pues siguiendo los razonamientos que acabo de realizar, para conocer la naturaleza de Dios en la medida en que es posible a la mía, solamente debía considerar todas aquellas cosas de las que encontraba en mí alguna idea y si poseerlas o no suponía perfección; estaba seguro de que ninguna de aquellas ideas que indican imperfección estaban en él, pero sí todas las otras. De este modo me percataba de que la duda, la inconstancia, la tristeza y cosas semejantes no pueden estar en Dios, puesto que a mí mismo me hubiese complacido en alto grado el verme libre de ellas. Además de esto, tenía idea de varias cosas sensibles y corporales; pues, aunque supusiese que soñaba y que todo lo que veía o imaginaba era falso, sin embargo, no podía negar que esas ideas estuvieran verdaderamente en mi pensamiento. Pero puesto que había conocido en mí muy claramente que la naturaleza inteligente es distinta de la corporal, considerando que toda composición indica dependencia y que ésta es manifiestamente un defecto, juzgaba por ello que no podía ser una perfección de Dios al estar compuesto de estas dos naturalezas y que, por consiguiente, no lo estaba; por el contrario, pensaba que si existían cuerpos en el mundo o bien algunas inteligencias u otras naturalezas que no fueran totalmente perfectas, su ser debía depender de su poder de forma tal que tales naturalezas no podrían subsistir sin él ni un solo momento.
Posteriormente quise indagar otras verdades y habiéndome propuesto el objeto de los geómetras, que concebía como un cuerpo continuo o un espacio indefinidamente extenso en longitud, anchura y altura o profundidad, divisible en diversas partes, que podían poner diversas figuras y magnitudes, así como ser movidas y trasladadas en todas las direcciones, pues los geómetras suponen esto en su objeto, repasé algunas de las demostraciones más simples. Y habiendo advertido que esta gran certeza que todo el mundo les atribuye, no está fundada sino que se las concibe con evidencia, siguiendo la regla que anteriormente he expuesto, advertí que nada había en ellas que me asegurase de la existencia de su objeto. Así, por ejemplo, estimaba correcto que, suponiendo un triángulo, entonces era preciso que sus tres ángulos fuesen iguales a dos rectos; pero tal razonamiento no me aseguraba que existiese triángulo alguno en el mundo. Por el contrario, examinando de nuevo la idea que tenía de un Ser Perfecto, encontraba que la existencia estaba comprendida en la misma de igual forma que en la del triángulo está comprendida la de que sus tres ángulos sean iguales a dos rectos o en la de una esfera que todas sus partes equidisten del centro e incluso con mayor evidencia. Y, en consecuencia, es por lo menos tan cierto que Dios, el Ser Perfecto, es o existe como lo pueda ser cualquier demostración de la geometría.
Pero lo que motiva que existan muchas personas persuadidas de que hay una gran dificultad en conocerle y, también, en conocer la naturaleza de su alma, es el que jamás elevan su pensamiento sobre las cosas sensibles y que están hasta tal punto habituados a no considerar cuestión alguna que no sean capaces de imaginar (como de pensar propiamente relacionado con las cosas materiales), que todo aquello que no es imaginable, les parece ininteligible. Lo cual es bastante manifiesto en la máxima que los mismos filósofos defienden como verdadera en las escuelas, según la cual nada hay en el entendimiento que previamente no haya impresionado los sentidos. En efecto, las ideas de Dios y el alma nunca han impresionado los sentidos y me parece que los que desean emplear su imaginación para comprenderlas, hacen lo mismo que si quisieran servirse de sus ojos para oír los sonidos o sentir los olores. Existe aún otra diferencia: que el sentido de la vista no nos asegura menos de la verdad de sus objetos que lo hacen los del olfato u oído, mientras que ni nuestra imaginación ni nuestros sentidos podrían asegurarnos cosa alguna si nuestro entendimiento no interviniese.
En fin, si aún hay hombres que no están suficientemente persuadidos de la existencia de Dios y de su alma en virtud de las razones aducidas por mí, deseo que sepan que todas las otras cosas, sobre las cuales piensan estar seguros, como de tener un cuerpo, de la existencia de astros, de una tierra y cosas semejantes, son menos ciertas. Pues, aunque se tenga una seguridad moral de la existencia de tales cosas, que es tal que, a no ser que se peque de extravagancia, no se puede dudar de las mismas, sin embargo, a no ser que se peque de falta de razón, cuando se trata de una certeza metafísica, no se puede negar que sea razón suficiente para no estar enteramente seguro el haber constatado que es posible imaginarse de igual forma, estando dormido, que se tiene otro cuerpo, que se ven otros astros y otra tierra, sin que exista ninguno de tales seres. Pues ¿cómo podemos saber que los pensamientos tenidos en el sueño son más falsos que los otros, dado que frecuentemente no tienen vivacidad y claridad menor? Y aunque los ingenios más capaces estudien esta cuestión cuanto les plazca, no creo puedan dar razón alguna que sea suficiente para disipar esta duda, si no presuponen la existencia de Dios. Pues, en primer lugar, incluso lo que anteriormente he considerado como una regla (a saber: que lo concebido clara y distintamente es verdadero) no es válido más que si Dios existe, es un ser perfecto y todo lo que hay en nosotros procede de él. De donde se sigue que nuestras ideas o nociones, siendo seres reales, que provienen de Dios, en todo aquello en lo que son claras y distintas, no pueden ser sino verdaderas. De modo que, si bien frecuentemente poseemos algunas que encierran falsedad, esto no puede provenir sino de aquellas en las que algo es confuso y oscuro, pues en esto participan de la nada, es decir, que no se dan en nosotros sino porque no somos totalmente perfectos. Es evidente que no existe una repugnancia menor en defender que la falsedad o la imperfección, en tanto que tal, procedan de Dios, que existe en defender que la verdad o perfección proceda de la nada. Pero si no conocemos que todo lo que existe en nosotros de real y verdadero procede de un ser perfecto e infinito, por claras y distintas que fuesen nuestras ideas, no tendríamos razón alguna que nos asegurara de que tales ideas tuviesen la perfección de ser verdaderas.
Por tanto, después de que el conocimiento de Dios y el alma nos han convencido de la certeza de esta regla, es fácil conocer que los sueños que imaginamos cuando dormimos, no deben en forma alguna hacernos dudar de la verdad de los pensamientos que tenemos cuando estamos despiertos. Pues, si sucediese, inclusive durmiendo, que se tuviese alguna idea muy distinta como, por ejemplo, que algún geómetra lograse alguna nueva demostración, su sueño no impediría que fuese verdad. Y en relación con el error más común de nuestros sueños, consistente en representamos diversos objetos de la misma forma que la obtenida por los sentidos exteriores, carece de importancia el que nos dé ocasión para desconfiar de la verdad de tales ideas, pues pueden inducirnos a error frecuentemente sin que durmamos como sucede a aquellos que padecen de ictericia que todo lo ven de color amarillo o cuando los astros u otros cuerpos demasiado alejados nos parecen de tamaño mucho menor del que en realidad poseen. Pues, bien, estemos en estado de vigilia o bien durmamos, jamás debemos dejarnos persuadir sino por la evidencia de nuestra razón. Y es preciso señalar, que yo afirmo, de nuestra razón y no de nuestra imaginación o de nuestros sentidos, pues aunque vemos el sol muy claramente no debemos juzgar por ello que no posea sino el tamaño con que lo vemos y fácilmente podemos imaginar con cierta claridad una cabeza de león unida al cuerpo de una cabra sin que sea preciso concluir que exista en el mundo una quimera, pues la razón no nos dicta que lo que vemos o imaginamos de este modo, sea verdadero. Por el contrario nos dicta que todas nuestras ideas o nociones deben tener algún fundamento de verdad, pues no sería posible que Dios, que es sumamente perfecto y veraz, las haya puesto en nosotros careciendo del mismo. Y puesto que nuestros razonamientos no son jamás tan evidentes ni completos durante el sueño como durante la vigilia, aunque algunas veces nuestras imágenes sean tanto o más vivas y claras, la razón nos dicta igualmente que no pudiendo nuestros pensamientos ser todos verdaderos, ya que nosotros no somos omniperfectos, lo que existe de verdad debe encontrarse infaliblemente en aquellos que tenemos estando despiertos más bien que en los que tenemos mientras soñamos.