ACTUALIDAD DE LA FILOSOFÍA PLATÓNICA.
Un tema general que aparece en el mito de la caverna es la educación, especialmente la de los futuros gobernantes del Estado. La preocupación platónica por este tema acerca su filosofía a nuestra época: la cuestión de qué papel debe desempeñar el sistema educativo, qué contenidos deben enseñarse, cómo ha de ser la metodología, su gratuidad, su obligatoriedad...son temas en continuo debate. La sucesión de leyes sobre la educación en España en un periodo muy breve, el proceso parlamentario emprendido en 2017 de derogación de la LOMCE, el Pacto de Estado por la educación que diera lugar a una nueva ley y que en mayo de 2018 se dio por liquidado sin llegar a ningún acuerdo, prueban la preocupación y la importancia que nuestra sociedad concede a la educación. Esta importancia, quizás, se deba a la asunción de una idea socrático-platónica: la educación es el principal medio de mejora del hombre. Nuestra sociedad reconoce que las situaciones de desescolarización son el origen de la marginalidad (donde "la pescadilla se muerde la cola") y de gran parte de la criminalidad. En otro sentido, también ahora, como Platón, entendemos el sistema educativo como medio de selección profesional-social.
El dualismo ontológico platónico aparece en las nuevas tecnologías, capaces de crear una realidad "virtual" paralela a la auténtica realidad, con capacidad de suplantarla (por ejemplo con las nuevas "redes sociales"). La división apariencia/realidad también se muestra en la sociedad consumista, donde se convence al otro de la "necesidad" que tiene de determinado producto, convirtiéndola en real lo que quizás no sea más que un deseo creado con un objetivo de mercado. Esta dualidad apariencia/realidad nos lleva también a practicar la sospecha: quizás la cosa no sea como parece; la sospecha ante la información que presenten los medios de comunicación, la sospecha ante el planteamiento de la realidad y sus logros que presente el gobierno de turno...
Otro rasgo de actualidad: Siempre que alguien sostenga que la solución de nuestros problemas está en que deberíamos ser gobernados por aquellos que realmente saben qué es lo mejor (los sabios sobre el asunto), está defendiendo la esencia de la teoría de Platón. Pero esto en la actualidad puede tener una determinada versión: las “puertas giratorias” de la empresa privada al ámbito político y de éste a la empresa privada: si en determinados ministerios o consejerías queremos personas que sepan sobre el ramo de forma que sus políticas resuelvan problemas reales, una buena manera parece ser traer los mejores de las empresas privadas de ese ramo; pero los mejores en la empresa privada cobran buenos sueldos que no estarán dispuestos a perder pasando a la política. Estando en política pueden beneficiar a sus empresas privadas... luego, aparece el posible fantasma de la corrupción.
Para Platón se resuelven todos los males si quienes gobiernan son los filósofos instruidos en el conocimiento del Bien pero ¿qué ocurre si surgieran discrepancias entre los filósofos gobernantes? ¿Existe algún método para resolver esas discrepancias? Platón parece no planteárselo. ¿Hay garantía de que algún proceso de educación, por bien diseñado y ejecutado que sea, pueda producir hombres absolutamente perfectos? Platón no piensa en la posibilidad de abuso de poder por el filósofo. Es curioso que para solventar problemas de abuso de poder proponga a individuos que ostentan el poder sin ningún sistema de control. Platón descarta la democracia, pero la idea básica de las modernas democracias parlamentarias, a saber, que un gobierno se someta a reelección en un cierto periodo fijo de tiempo, proporciona una especie de mecanismo de seguridad para destituir, de forma pacífica, a los gobernantes que abusen de su poder. Por otro lado existen elementos positivos en la crítica platónica a la democracia y que son actuales: el recurso de los políticos a la demagogia y sobre todo la necesidad de vincular la ética a la política, máxime cuando observamos el descrédito en el que está inmersa nuestra clase política en la actualidad (corrupción, financiación ilegal de los partidos, incumplimiento de programas políticos y la sensación entre la ciudadanía de que la política no se ocupa de sus problemas reales...).
Popper considera la utopía de La República platónica la representación ideal de un Estado totalitario: la división estricta de clases sociales, la identificación del destino del Estado con la clase gobernante que tiene el monopolio de los valores, del derecho, de la educación y la autosuficiencia del Estado. La justicia tal y como la entiende Platón, que cada clase cumpla con su función, es, según Popper, la exigencia de un gobierno de tipo totalitario. Así, la teoría política de Platón es una tentativa para frenar las tendencias igualitarias, individualistas, e implantar la teoría moral totalitaria con la justificación del mantenimiento de la estabilidad del Estado (sacrificar los derechos y felicidad del individuo en aras de la felicidad y las exigencias del Estado). Frente a la utopía platónica, que sucumbe al totalitarismo y elimina la libertad individual en favor de la justicia (de la estabilidad), Popper defiende la "sociedad abierta", la sociedad democrática, cuyo valor fundamental es la libertad.
Otro tema más: Platón supone que existe una cosa tal como la verdad acerca de cómo deben vivir los hombres. Platón parece no dar argumentos directos en favor de que hay normas objetivas en moral y política, en todo caso que debiera haberlas si queremos salvarnos del desconcierto al que nos conduciría el relativismo moral. Pero nosotros actualmente entendemos que existen estos valores y normas objetivas, universales: los Derechos Humanos. Otra cosa es la búsqueda, actualmente, de la fundamentación de su universalidad. Siguiendo en cierto modo a José Antonio Marina en El vuelo de la inteligencia, los Derechos Humanos están basados en el concepto de dignidad, concepto surgido de mi generosidad, de la generosidad de todos, que la dota de validez universal. Otro posible fundamento de la universalidad de los valores reflejados en los Derechos Humanos puede provenir de las éticas dialógicas de Apel y Habermas; su universalidad es fruto del consenso en el discurso, pero en una situación ideal en la que todos los participantes hablen y se escuchen en igualdad de condiciones. O los dos principios de justicia que, según Rawls, tras un “velo de ignorancia” elegiríamos todos, haciéndolos así universales (igualdad y discriminación positiva).